El taller procura entender el habitar contemporáneo para dar respuestas actuales a los requerimientos humanos, y nos permite imaginar realidades alternas, nuevos escenarios posibles en los que la arquitectura debiese, no sólo tener las respuestas, sino también poder plantear las preguntas. En un mundo urbano y en acelerada transformación, los espacios proyectuales trascienden la concepción del encargo tradicional y nos sitúan ante la necesidad de pararnos frente a escenarios cambiantes, en que la rigidez acusa fragilidad. La flexibilidad no se debe confundir con volubilidad. Un hacer que se adapta rápidamente a nuevos contextos requiere fundamentos firmes sobre los que anclar las decisiones. Esta firmeza se logra a través de un hacer constante, el rigor de la práctica y la persistencia de la utopía.
El proceso incremental de decisiones en el hacer proyectual es un fenómeno escalar. Al hablar de escala, se alude sin duda al tamaño, pero también a las proporciones y relaciones espaciales. La escala de una obra se define tanto en función a su volumen edificado, como a su emplazamiento y las interacciones urbanas que propicia. La escala de una obra también se manifiesta en su relación con el cuerpo que lo habita. La espacialidad de una obra construye un modo, una atmósfera (Zumthor, 2006), que acoge momentos, sucesos de lo cotidiano o lo eventual, densidades y espesores, multitudes o soledades, velocidades y ritmos.
Los talleres se proponen como un espacio de ejercitación del diseño espacial a distintas escalas, definidas tanto por el avance del proceso como por las diferencias programáticas de cada nivel.
Transversales de taller
Progresión autoral
Alumno significa ‘el que ha de ser alimentado’. En el taller el estudiante – ‘el que se dedica con atención’- debiese ser, más que alumno, un autor, es decir, una ‘fuente’. El proceso autoral lleva implícito los conceptos de originalidad y creatividad; el autor es fuente y promotor de una idea que se concreta en proyecto. Esta fuente proyectual tiene orígenes diversos e individuales. En el taller se deben reconocer las modulaciones y matices en los procesos formativos individuales que son capaces de hacer arquitectura desde fuentes diversas y expresarla de modos distintivos. Se apela, entonces, de modo progresivo a la expresión propia sobre basamentos de convenciones profesionales. En el proceso las interacciones entre autor y guía, las llamadas ‘correcciones’ son más bien conversaciones de proyecto, espacios de diálogo donde se vierten comentarios proyectuales complementarios, y no verificaciones de que algo está bien o aprobaciones para seguir trabajando.
Fuente: Anuario Arquitectura 2010.
Experiencia y experimentación
El taller es un proceso de búsqueda en la expresión, una investigación primaria iterativa del autor respecto del habitar humano, la forma de la materia, el espacio inasible y sus infinitas manifestaciones físicas tangibles y habitables. En esta búsqueda, la arquitectura se inscribe en la dimensión artística, hermanada con diversas expresiones literarias, plásticas y escénicas. Es fundamental, entonces la prevalencia de las exploraciones estético-culturales en los planteamientos del taller, a fin de generar arquitectura apropiada y actual, con manejo del lenguaje -imagen, forma y espacio-.
La experimentación constante es la oportunidad de integración de técnicas y conocimientos al hacer proyectual. El proyecto surge desde, con y a través del material. Espacio, forma y estructura configuran una trialéctica en constante tensión que propicia los ajustes del hacer proyectual (Baixas, 2010). El material no es un añadido, es origen; la estructura no es una solución, es parte del planteamiento. Como estrategia, en los primeros años el espacio se disgrega de sus dimensiones materiales y estructurales para ejercitar su dominio abstracto, pero rápidamente debe incorporarse materia y estructura en el hacer del taller desde la concepción de proyecto, logrando así, una arquitectura que no cae presa de sus contradicciones, sino que se fortalece en la fricción, motor de la creatividad.
Fuente: Archivo personal del autor.
Ejercicio y palimpsesto
Se concibe el taller como un espacio de ejercitación proyectual, entendiendo el proceso de diseño como una práctica, y no como un instante de iluminación. El diseño y su capacidad de síntesis es capaz de articular lo verbal y lo implícito de la observación del autor, las premisas consolidadas en la voluntad creativa, así como los golpes de intuición que abren puertas a nuevos caminos.
El taller es, por tanto, un proceso acumulativo de producción proyectual; las entregas se superponen no se reemplazan. Lo aportado en una semana se multiplica con lo desarrollado en la siguiente, quedando a la vista como estratos del proceso y sus derivaciones (Ingels, 2010). Este proceso no se evidencia en listas de asistencia, ni estadísticas de cumplimiento; se hace presente en la densidad de la acumulación de intentos, diseños, dibujos, croquis, maquetas, imágenes y cuantos instrumentos existan para generar y expresar arquitectura.
Fuente: Archivo personal del autor.
Hibridación instrumental
Las herramientas son tan diversas como las manos que las ocupan. Todas están permitidas –dentro de lo ético y estético- a lo largo del proceso, sin embargo, no se debe abandonar el trabajo “análogo”. Trabajo y corrección sobre papel y presentación impresa como expresión material de la arquitectura del proyecto. El taller debiese operar, entonces, con la hibridación de lo digital y lo manual en el trabajo proyectual, haciendo uso de la técnica como medio y no como fin, adaptándose a las nuevas tecnologías y liderando su aplicación en cuanto sirvan al proceso creativo y la concreción de la arquitectura.
Fuente: Anuario Arquitectura 2010.
Construcción grupal
Si bien el proceso proyectual es propio e individual, se enmarca en un contexto de taller donde hay hitos comunes que congregan a sus participantes. Estos eventos son la oportunidad de hacer una pausa, mirar el panorama general del taller, aprender del otro y evaluar. Es primario, como estrategia de conformación del taller, la construcción de un espacio de trabajo común y apropiado. Esto es a la vez una oportunidad de aprendizaje, como una instancia de integración grupal.
Referencias
Baixas, J.I. (2010). Forma resistente. Santiago de Chile: Ediciones ARQ.
Ingels, B. (2010). Yes is more. Köln: Taschen.
Zumthor, P. (2006). Atmósferas. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.